Época: área intermedia
Inicio: Año 300 A. C.
Fin: Año 500

Antecedente:
San Agustín

(C) Emma Sanchez Montañés



Comentario

Indudablemente la estatuaria de San Agustín y su constante asociación con la funeraria plantean una serie de interrogantes. Tradicionalmente se ha asociado la figura del felino, del jaguar, con las prácticas shamánicas, ya que una creencia extendida es la de que el shamán puede tomar la forma del jaguar a voluntad. Y con las prácticas shamánicas y con el jaguar se asocia también el consumo de alucinógenos, común entre los shamanes. El jaguar aparece asimismo como la personificación de la fertilidad, como un principio general de procreación y destrucción, en el que se incluye el crecimiento cíclico de animales y plantas, de estaciones y cosechas. La escultura de San Agustín se interpretaría, en un primer momento, como un arte que intenta dar expresión concreta a un complejo sistema de reforzamiento de creencias relacionadas con la búsqueda del poder shamanístico y el concepto de energía procreativa.
Pero la asociación de estas esculturas con una serie de enterramientos que por sus características debieron encerrar los cuerpos de importantes personajes debió incidir también en su significado sobre el que habría que hacer alguna precisión adicional. Parece como si el prestigio de los señores agustinianos allí enterrados estuviera legitimado por unas concretas observancias religiosas en relación con un culto al jaguar. Y esas prácticas tuvieron tal vez un carácter shamanístico, teniendo los shamanes un elevado status dentro de la comunidad o siendo shamanes los propios señores. La asociación del felino con prácticas agrícolas es comprensible en un contexto donde la agricultura es la base de la economía y donde los rituales de fertilidad son comunes. Si los señores agustinianos poseían la capacidad de asegurar mágicamente el éxito de las cosechas o de causar perjuicios a potenciales enemigos, esa capacidad, encarnada en la figura del felino, podía perfectamente convertirse en un elemento legitimador de su rango y de su poder. Esta idea enlazaría con un evidente culto a los antepasados en el que el prestigio y el poder de los señores no terminaba con la muerte sino que permanecería o al menos legitimaría al de los nuevos señores como herederos directos de aquellos.

San Agustín, por su situación cronológica y algunas de sus características, se encuentra de algún modo a caballo entre el período Formativo y el posterior período regional, por lo que constituye una buena puerta de introducción a una época que supone tal vez uno de los más espectaculares desarrollos artísticos en Suramérica.

Tras el aparente período de unificación cultural que significó el período Formativo se contempla en el área Intermedia un proceso de regionalización. Este período, que recibirá diversos nombres según los países, Medio en Centroamérica, de los Señoríos Subandinos en Colombia, de los Desarrollos Regionales en Ecuador, representa la cristalización de la denominada Tradición cultural del área Intermedia que comienza en el período anterior. Con todas las reservas y dada la diversidad de las diversas regiones incluidas, la cronología se sitúa entre 300 a. C. y 500 d. C.

Los principales cultivos que aparecen en toda el área son el maíz y la mandioca, el primero en tierras altas y la segunda en regiones tropicales. El patrón de asentamiento característico será en forma de aldeas y poblados, apareciendo también centros ceremoniales, tanto en el interior de dichos poblados como en lugares aislados. Característica peculiar es la gran variedad de enterramientos, con evidentes diferencias de prestigio en cuanto a la cantidad y calidad del ajuar funerario que se incluyen en ellos.

Las unidades sociopolíticas parecen centrarse en esos poblados que dominaban regiones concretas bajo la égida de un cacique o señor, pero sin huellas de unidades territoriales mayores que serán típicas en el período siguiente.

El camino de la especialización artística, iniciado ya en las últimas fases del Formativo, culmina con la aparición de verdaderos artistas profesionales, dominadores de una técnica sofisticada y refinada, al servicio de una élite dirigente, consumidora de la mayor parte de las obras de arte que en muchos casos estarán destinadas a formar parte de un elaborado ajuar funerario. La metalurgia alcanzó un elevado nivel de desarrollo, centrándose sobre todo en el trabajo del oro, o más bien tumbaga (aleación de cobre y oro), pero también existió una importante escultura en piedra y sobre todo una espléndida cerámica entre la que destaca la de carácter formal y plástico.